Inicio » Un capitán de pesca pagó $20 millones por trabajar durante cuatro meses en concepto de “Ganancias”
Impuestos, porcentajes, cánones, autorizaciones, sellos, certificaciones, inspecciones y más, es lo que le cobra el Estado Nacional al empresario que desea pescar. “Pescan gratis” sostienen a viva voz los más altos funcionarios, pero omiten decir que les hacen pagar a los trabajadores por su propio esfuerzo. Una ecuación que solo le cierra a las arcas del Estado.
Capitanes de pesca, oficiales, marineros son algunos de los principales actores en la rueda productiva de la pesca. Eso es innegable. Como también lo es que las responsabilidades de la tripulación, el propio buque, la carga, ser representante de la autoridad pública, responder civil, penal y económicamente a las leyes de pesca, contando con las distintas normativas de la Autoridad Marítima tienen un solo responsable: el capitán de pesca.
Esas son las reglas del juego, se capacitan para eso y entregan su vida para que el círculo cierre. Pero nadie desde los estamentos oficiales tiene en cuenta algo: que sumado a todo eso, debe pagar para poder hacerlo. Debe dividir con el Estado su propio peculio, ganada en muy buena Ley para el cual deja su vida a bordo como parte integrante de una tripulación.
Si el trabajador no se esmera no hay producción, no hay volumen, no hay capturas posibles, no hay bodega completa y por consiguiente no hay empresa que tenga ganancia.
Lanzar la red al agua no es una cuestión azarosa. Se requiere de conocimiento, de expertise, de saber cuándo, cómo y dónde para volver a puerto lo antes posible con la mayor capacidad de bodega completa.
Lo que se pretende hace entender como “Impuesto a las Ganancias” no es otra cosa que un impuesto al trabajo, hace que se trate de ganar lo menos posible para así no tener que dejar parte de su esfuerzo en una caja recaudatoria nacional que en la mayoría de los casos no le devuelve lo recaudado a los ciudadanos.
El responsable de la producción que genera un buque es el capitán de pesca, líder de tripulaciones que forman parte de una de los trabajos más riesgosos del mundo (está entre los ocho primeros).
Para desarrollar la tarea de capitán de pesca se requiere –como hemos citado- de oficio, experiencia, coraje, lo que es devuelto en el dinero que percibe.
Y ahí es donde aparece el Estado para fagocitar al trabajador: le absorbe su producido, lo que ganó, al punto tal que termina –tras el cobro del impuesto- por percibir menos que alguien de menor rango en el mismo buque que el propio capitán lleva adelante.
Cuanto menos parece insólito, pero es sistema pensado y pergeñado para quedarse con esfuerzo del que trabaja.
Vaya como ejemplo los recibos de haberes de los capitanes de pesca, donde abundan los casos de descuentos –regidos por Ley- pero que ni siquiera se acercan al absurdo, sino que tiene una definición: la violación lisa y llana de una escala de valores (morales y económicos) que ningún legislador por el momento está dispuesto a transformar.