Inicio » De sordos y otras cuestiones
Casi de manera estratégica, los distintos gobiernos nacionales han ido avanzando sobre los derechos de los trabajadores, precisamente sobre la “víscera más sensible del hombre, el bolsillo”, frase con la que acuñó un ex presidente argentino al avance indiscriminado y sistemático contra los que ponen su físico y su mente a diario para lograr no solo un progreso personal sino para hacer un país mejor.
El tema de las Cuotas Individuales Transferibles de Captura de merluza común o hubbsi pretende ser soslayado, dejándolo a un costado y mostrando para la tribuna que ya fueron otorgadas dichas cuotas para tres especias: merluza negra, merluza de cola y polaca.
Pero el recurso que más movimiento genera, como lo es la merluza hubbsi sigue teniendo demoras en su otorgamiento, con demoras que hasta en un punto parecen orquestadas para poder ser esgrimidas como excusas y estirar los tiempos de la siempre demorada Justicia argentina, donde al menos una denuncia de carácter penal puso bajo el microscopio a todo el sector.
Son nada menos que 300 mil las toneladas de merluza común que se desembarcan anualmente en los siempre conflictuados puertos argentinos, un recurso que aún mal pago en el mercado, genera miles de puestos de trabajo –en el mar y en tierra- y es justamente donde aún el Estado argentino, a través del Consejo Federal Pesquero no definió quien y como podrán pescarlo, cuando apenas faltan un centenar de días para que se venzan las CITC que fueron otorgadas en el año 2009.
Pero esto no se trata solamente otorgar las cuotas a determinadas empresas para que tengan previsibilidad como tiene que ser dicho sea de paso. Se trata de algo más, de algo que requiere un exhaustivo estudio y que debe tener a los argentinos como principal faro. Dicho de otro modo: que no se le den esas cuotas a cualquier empresa por contar solo con algunos antecedentes favorables.
En la carpeta de antecedentes deben constar varias cosas. Una de las más importantes, la vinculada con la generación de empleo. Registrado, por supuesto. Con sus cargas sociales al día, como corresponde para garantizar derechos básicos: futuro acceso a la jubilación, acceso a la salud, cobertura ante riesgos de trabajo, etc. También inversiones en tierra, no poseer deudas, y tener un buen historial de cumplimiento fiscal. Cuentas blancas.
Tanto el Gobierno nacional como las partes del sector involucradas se “llenan la boca” y se expresan en cuanto medio de comunicación y redes sociales se puede, que todos hay que manejarse con la Ley 24.922 (Régimen Federal Pesquero). Otra cosa no se puede esperar. “Dentro de la Ley todo, fuera de la Ley” dijo el mismo citado en este artículo ex presidente argentino.
Hagamos este ejercicio que no todos quieren hacer, no porque no lo sepan desarrollar, sino porque no es tan conveniente. Se trata de un ejercicio que se comienza a aprender cuando se tiene unos 6 años de edad aproximadamente, se llama: leer.
El primero de los artículos del Régimen Federal Pesquero, el que da de algún modo espíritu a la Ley dice textualmente: “La Nación Argentina fomentará el ejercicio de la pesca marítima en procura del máximo desarrollo compatible con el aprovechamiento racional de los recursos vivos marinos. Promoverá la protección efectiva de los intereses nacionales relacionados con la pesca y promocionará la sustentabilidad de la actividad pesquera, fomentando la conservación a largo plazo de los recursos, favoreciendo el desarrollo de procesos industriales ambientalmente apropiados que promuevan la obtención del máximo valor agregado y el mayor empleo de mano de obra argentina”.
Nadie mejor que algunos de los representantes de los trabajadores, que no andan con “medias tintas” y lo han dicho (y lo seguirán haciendo hasta conseguir lo mejor para sus representados): “Los empresarios serán los únicos beneficiados” (Cristina Ledesma, secretaria general del SOIP); “Seguiremos a merced de las voluntades e intereses de algunos empresarios inescrupulosos” (Jorge Frías, secretario general de la AACPyPP).
Siempre terminamos en la remanida y nunca bien escuchada frase: “Sin empresas no hay trabajadores, pero sin trabajadores tampoco habría empresas”.
Que la llegada de la primavera ayude a destapar esos oídos, que bastante falta hace.